Empezamos nuestra relación con las abejas en 2013, pero pronto nos picó el veneno y apostamos por repoblar este valle y su redolada con colmenas. En 2015 iniciamos nuestro proyecto con la reconstrucción de una borda con métodos tradicionales y de bioconstrucción. En 2019, esa borda se convirtió en nuestra aula apícola, obrador y almacén.

Trabajamos con la abeja autóctona, la negra ibérica, porque creemos en lo local, en lo adaptado a cada sitio y seguimos los principios de la apicultura ecológica porque creemos en hacer las cosas de una forma respetuosa, tanto para los animales como para el entorno.

Tenemos una producción limitada, porque preferimos la calidad a la cantidad, obtenemos mieles de la zona, que van cambiando según la temporada. No hacemos grandes trashumancias en busca de las mejores floraciones, porque preferimos que nuestras abejas polinicen nuestro entorno todo el año, favoreciendo la biodiversidad.

Creemos que hay una necesidad de establecer un equilibrio entre las actuaciones de las personas y el respeto hacia su entorno, posibilitando la convivencia entre seres humanos y el resto del ecosistema. Para ello, buscamos la sensibilización ambiental de pequeños y mayores mediante actividades que les resulten atractivas. Trabajamos en nuestro aula apícola para mostrar a los que nos rodean la vida y trabajo de las abejas, a través de visitas, de talleres prácticos y de nuestros productos.